20.02.14 - Cuenta él que hay una historia que todavía lo hace emocionar. La
historia de una mujer sorda que tuvo un bebé y que creyó que iba a
perderse todo: escucharlo balbucear, escucharlo reírse, escucharlo,
algún día, decir mamá. Hasta que un día él –cirujano, otorrino, experto
en el área de implantes auditivos– le colocó un implante coclear y le
devolvió justamente eso: la posibilidad de conectarse con el mundo.
Quien lo llamó, llorando, fue el marido de esa mujer: decía que ella
acababa de oír, por primera vez, el llanto de su bebé.
“Es que los avances tecnológicos están poniendo a la sordera en jaque”,
explica él, Mario Zernotti, el cirujano cordobés que en 2006 hizo el
primer implante coclear electroacústico del continente. Un implante
coclear es un pequeño dispositivo electrónico que se implanta detrás del
oído y permite a los pacientes con severas pérdidas auditivas volver a
escuchar.
“Hace 20 años, sólo se colocaba un implante coclear a una persona con
sordera total. Pero cuando eso sucedía, esa persona ya estaba aislada
del mundo: había pasado toda su vida sin haber podido escuchar ni una
noticia, ni el llanto de su hijo ni la bocina que le tocaban para evitar
un accidente. Ahora, en cambio, ya podemos hacer implantes en bebés de
un año, por lo que ese bebé no comienza una vida con una discapacidad
sino que se integra a la vida normal”, continúa.
En la Argentina, según el último censo, hay unos 700.000
hipoacúsicos, es decir, personas con una incapacidad total o parcial
para escuchar sonidos.
De ellos, el 13% son sordos profundos.
Lo que podría cambiar radicalmente, en caso de que más gente tuviera
acceso a esta tecnología, es la calidad de sus vidas. “El resultado de
estos implantes depende del origen de la sordera. Algunos sólo van a
lograr percibir sonidos, pero la gran mayoría va a poder entender todo
lo que escucha. Y aunque algunos no puedan recuperar la totalidad de la
audición, sólo percibiendo sonidos le devolvés la posibilidad de
conectarse con el mundo: es como si a un ciego le permitieras ver,
aunque sea, en blanco y negro”, agrega Zernotti.
Los avances tecnológicos están llegando tan lejos que hasta permitirían augurar el fin de nuevos niños sordomudos:
“Eso depende mucho del sistema sanitario de cada país. Si se ocupan de
estudiar bien a los niños al nacer, si se hace el diagnóstico correcto y
luego el implante, el fin de la sordomudez está a la vista”, agrega el
médico colombiano Jaime Gustavo Hernández Uribe.
Si bien la
sordera es una afección minimizada –suele creerse que es peor ser ciego,
por ejemplo– ya la consideran una de las enfermedades del futuro. La
Organización Mundial de la Salud anunció en julio que las enfermedades
de los órganos sensoriales están en el top 4 de las enfermedades del
futuro (después del cáncer, de las enfermedades neuropsiquiátricas y las
cardiovasculares). Además, el National Institute of Health de Estados
Unidos alertó sobre el “Planeta ruidoso”, lo que significa que el
bombardeo constante de ruido va a generar un aumento notable de personas
con pérdida auditiva.
En la Argentina, el Plan Médico Obligatorio (PMO) cubre los costos de
los implantes, aunque en la práctica hay obstáculos: poca información,
pocos cirujanos capacitados para hacer la cirugía y pocas compras (el
año pasado el gobierno compró solamente 32 dispositivos, como si fueran
artículos de lujo). Aún a pesar de eso, ya hay más de 5.000 argentinos
implantados: muchos son ancianos que vivían aislados en un rincón, sin
autonomía, sonriendo en silencio sin entender nada de lo que pasaba a su
alrededor.
Muchos otros son bebés a quienes ya no les espera una
vida signada por el aislamiento, depresión, agresividad y falta de
lenguaje. Tendrán, en cambio, la fortuna de poder oír a sus madres, a
sus juguetes y al mundo, como cualquier otro chico.
Nota relacionada: "Los primeros sonidos a los 27 años"
Via clarin.com
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